lunes, 9 de agosto de 2010

Un viejo poema de dos

¿Que es este sentimiento que me embarga al mirar tu gris fotografía?
Parece ser el opaco color de tus mejillas
La ausencia de nuestras narices empolvadas en retoque
La nefasta coloración artificial
O la lejanía del saberte lejos, transportada por medios que no puedo explicar
Aún así, nunca te siento demasiado apagada, siempre encandece en ti un color desconocido
Tono, golpe, batido que se coordina al sismo que provocas en mi pecho
Un movimiento constante e inacabable, que me recuerda la existencia opaca de tú, mi mártir.
Con delicada técnica trazas la agonía de tus encantos mientras lo nuestro fallece
Y con vanidosa gracia, te sonrojas cuando una lágrima mía cae entre tus pechos
Pero lo hago tuyo desde ya, nada de esto es superfluo
No creas en los movimientos, ámame en los impulsos
Ni en las reglas, ni en los espacios, ni en el juego, no creas en nada. Mejor arrímate a mí y créele a mi silencio.
Ahí yace la quietud de mi amor, en la desnudes, en lo inamovible
También descansa mi amor paciente, mi cariño herido
Aquel que recibió la primera piedra, y clama perdón de rodillas con la vista al suelo
Ese mismo que tú negaste, el mismo que hoy te sigue amando como un mendigo de tus colores
Cada vez más puro, pendiendo de un hilo
Y aun así, temiendo por su muerte no dudo en seguirte o buscarte para poder contemplar tu pálido rostro un instante breve a través del vidrio de mis anteojos
Pues ambos abrazamos el aire en la ausencia, buscándonos quizá
O quizá tan sólo pensándonos. Pero ni muy lejos ni muy cera, siempre lo necesario para sentirte suficientemente en mí
Levantando polvo del suelo con nuestra mano, cerrando el puño, riendo sin sentido
Pretendiendo que nos ignoramos en la multitud y amándonos con un frenesí destructivo
En la oscuridad del cuarto.
Y simplemente antes de dormir, acudo a ti repitiendo tu nombre en una oración.
Junto el racimo proveniente de tu boca
Y me hago un lindo collar de labios siempre frescos
Al cual puedo recurrir cada vez que tú me la niegas
Lo desato y lo paso a través de tu cuello, parado a tu espalda, doy un paso
Ha desaparecido el tú y el yo que nos separaba. Y hoy he recaído en ti tal como la primera vez.
Hoy es la primera vez
Si, la primera vez que me permites amarte.
Abierto estoy
Ultrajado por tu belleza
Ahogado por tu falta de cariños, pero inundado en tu excesiva comprensión
Sonriendo ante tu foto gris que no dejo de mirar
Mientras te he escrito esto.

1 comentario:

Anónimo dijo...
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