Escribo porque no sé permanecer en silencio. Porque la palabra es mi carne y mi condena, y porque a veces la única manera de no enloquecer es dejar que la locura hable por mí. No busco respuestas, solo temperatura. Soy Laura Desamparada: lo que queda cuando el alma hierve demasiado.

martes, 11 de noviembre de 2025

Noviembre desde la ventana

Un día gris,

noviembre suspendido entre el azul y el polvo.

El viento corre,

pero no trae frío.

Afuera las hojas tiemblan,

adentro, todo permanece quieto.


Alguna vez se quiso estudiar historia,

hundirse en los libros,

saber tanto como para conversar con el mundo.

Ser una mente brillante entre mentes que arden.

Y la vida —tan práctica—

ofreció otro camino,

de uniforme, de orden,

de límites que también son oficios del alma.


No hubo universidad,

pero hubo humanidad.

Y en cada historia ajena

una clase se dictó en silencio.


Hoy la oficina respira papeles,

nombres, informes, rutinas.

Y sin embargo,

todo parece bien.

No hay renuncia,

hay una aceptación tibia,

como si el destino también tuviera su propio horario de visitas.


A veces la vocación no muere,

solo cambia de cuerpo,

se disfraza de oficio,

de gesto,

de mirada que aún enseña,

aunque nadie le diga profesora.


Afuera noviembre insiste.

El cielo es una hoja abierta,

y el día —sin ser perfecto—

también tiene historia.

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