Se detiene un sólo segundo diariamente. Sólo un segundo basta.
Una pregunta sencilla, la respuesta lo es aún más.
Mira el cielo y pregunta, tendré los zapatos desabrochados?
Y listo. Stop.
La pregunta ya pasó, el segundo ya pasó... y sigue.
Se preocupa de sobremanera por la atenuante y perseguidora mirada de la gente.
Pero aún así no atina a mirarse los zapatos.
Se detiene nuevamente, mira alrededor timidamente. Y de nuevo la interrogante. De sobre manera es incontenible la neurosis que provoca en él el temor de llevar los zapatos desabrochados.
Él, tan destartalado como siempre, preocupado meramente sobre la apariencia de sus zapatos.
Había olvidado de puro descuidado que había salido sin pantalones. Y el muy, andaba preocupado sobre lo mal que se veía ante las miradas ajenas que tuviera los zapatos desabrochados.