
Cuando pierdo el control de mi cuerpo
Suelto un chillido como de dolor,
Para que entiendan que por sólo un momento quiero perder la cabeza,
Sacarla de raíz sin pensarlo dos veces.
El grito penetra en mí y me hace temblar las manos,
Sólo para descongelarlas del piso y levantarlas hacía mis oídos,
Nada me hace más infeliz que pensar que la tengo,
Y que de una manera o otra no puedo arrancarla de mí.
Cuando no chillo es porque la boca se me pierde en el palabrerío de mi habla,
Sólo quiero arrastrarme por el suelo
Y retorcerme como babosa en sal,
Sólo para despertarme inmaculada y sosegada pero sin perder la conciencia de que me duele el cuerpo por mi estigmatizada manera de comportarme,
Sin más preámbulos miro la sangre de mis rodillas rasguñadas, lloro y vuelvo a mí.